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miércoles, marzo 01, 2006

Rebeldes entacuchados

El otro día me invadió cierta nostalgia. Leyendo el post de mi prima Adriana, me dí cuenta de que ya no somos unas tiernas criaturitas. Parece que fue ayer cuando se hacían fiestas y cantábamos con nuestro ronco pecho (bueno, cantaba), o que de la nada salía la botella de tequila pa´ festejar el año nuevo y nos sentíamos bien aca bebiendo caballitos a escondidas. Y ahora, todas unas adultas que tenemos que cumplir con un horario, una responsabilidad, incluso un cambio de vestimenta y actitud.

En mi caso, por ejemplo, se ser una pandrosa vale-madres, siempre de negro, con tenis mugrosos y cara de pocos amigos, cambié a la que se tiene que vestir decente, incluso con blusa blanca (yo?? Blusa blanca??), con las botas boleaditas y con actitud siempre sonriente, aunque por dentro siga siendo la misma pinche antisocial. Yo, la que nunca hice caso de nada de lo que decían, obedeciendo reglas de vestimenta. Obvio, mis abuelas están felices con el cambio, yo no.

El otro día iba yo en el micro y venía viendo a un tipo como de 30 años, grandote, nada feo, escuchando música. Venía trajeadito, cabello corto, muy prendidito el tipo, no? Mi sorprais fue que al levantarse la manga de la camisa traía un tatuaje cubriéndole todo el brazo, después me senté junto a él y me dí cuenta de que venía oyendo metal, traía su cel bien merol, en fin, todo un rebelde entacuchado. No pude evitar imaginármelo unos años atrás con la mata larga, con piercings y tatuajes moviendo la cabeza afirmativamente al ritmo metalero.

A lo que voy es a esto: muchos de nosotros, cuando estamos más chavos, decimos que nunca nos dejaremos corromper por el sistema para cambiar nuestros ideales. Creemos que siempre nos vestiremos así, que tenemos que mostrar nuestro “yo” con toda una serie de parafernalia, o simplemente porque queremos sentirnos cómodos y en armonía con nuestro interior y el exterior (cámaras con mi frasecita). Decimos que a nosotros nada ni nadie nos hará cambiar, que a los 40 seguiremos con morrales y con el pelo azul, colgándonos hasta el molcajete, y como dice la canción: “Forever young”.

Pero la realidad es otra. Tarde o temprano necesitarás una chamba, y no importa que tan poco materialista seas, necesitas comer, vestir, calzar, pagar cuentas, etc. y por muy rebel que seas y por muy aferrado en tus ideas, algún día tienes que sucumbir e ir directito hacia las garras del capitalismo.

Pocos en la vida pueden ser rockstars y vestirse como los Stones a pesar de los años. La mayoría al llegar a una edad tiene que quitarse ese estilo de vida: pasar de tenis a zapatos lustrados o tacones, de morrales a bolsita o portafolios, de las rastas a cabello corto tieso por tanto gel.

El ambiente cambia, pasas de hablar de qué número traes pintado en la frente (o sea de las veces que tuviste sexo el fin), chistes simples, albures y qué tan ebrio te pusiste en la fiesta, a: el trabajo, los hijos, las cuentas, que si “de 9 hermanos yo soy la única que cuida a mi mamá...”, o sea, pura güeva de la gacha.

Y es ahí cuando te regresas y repasas tus ideales, sueños y metas, y ves la realidad y aquello parece tan lejano...

Nunca me imaginé siendo parte del sistema, pero tan mareados nos tienen que llegas a pensar: “con que me paguen está chido”. No importa si alimentas al capitalismo. No importa si casi casi regalas tu trabajo a los poderosos. No importa si la gente pobre sigue jodida e ignorante mientras tú generas más varo para los imperialistas. No importa que no aportes nada al pueblo y mucho a la empresa privada yanqui que viene a quitarle mercado al mexicano...

La verdad es que sí importa, y mucho. Y sé que me defraudé a mi misma y corrompí mis principios, ahora soy parte de a lo que nunca quise pertenecer. Pero hay que buscarle para sobrevivir.

Por si fuera poco, es peor que te acostumbres y acabes siendo un fantasma cualquiera, como los millones que habitan esta ciudad, que se intimidaron y se dejaron vencer, vendiéndose al mejor postor. Solo queda traer el tatuaje de tus principios debajo del disfraz de gente decente. Solo queda ser un rebelde entacuchado.

“Resulta que hay que apurarse a cambiar al mundo, si no después es el mundo el que lo cambia a uno.”

Mafalda.

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