Delirio

7:00am. México DF. Partimos a Guadalajara. Aguanté las casi 7 horas de camino con la sonrisa a flor de piel, pues cada segundo que pasaba, estaba varios metros más cerca de él.

-¿Entonces nos vemos a las 8:30 en el lugar?
-Ok.

Se corta la llamada.

8:45pm. Como todo buen mexicano llegamos tarde. Pero el otro es todavía un mejor mexicano, porque todavía no llegaba. A decir verdad se perdió (así es, en su ciudad, ya ni yo).

Entro, confiada en que volvería a salir. Vaya sorpresa, ya no se puede. En el poco campo de visión que me deja la angosta puerta, lo espero. Carajo! ya ni siquiera me acuerdo bien de cómo es. Cuando vea a un güey solo buscando, sabré que es él.

Efectivamente, lo localicé fácilmente. Pedirle paro a los de la entrada, y ya estoy dándole el boleto.

Estaba yo medio desesperada porque no llegaba, que cuando llegó no tomé en cuenta la magnitud de las cosas, sino hasta que le presenté a mi familia y comenzamos a platicar. Mientras me contaba que seguía estudiando música, yo pensaba: "No puedo creer que vagamente recordaba sus facciones, pero esa mirada la tengo fresca en mi memoria".

él- Qué guapa te ves. ¿Te alaciaste el cabello? Me gusta cómo se te ve así.

Y pasaba el tiempo. Entonces me dí cuenta de lo afortunada que era al encontrarme frente a él. Yo, que tanto sufrí por él, que lloraba cada que escuchaba "Creep" (pues me la dedicó), yo, que al final ya me resignaba a perderlo, a que nunca volvería a ver sus ojos, ni sentir sus brazos, y de repente, esa misma yo, ahí estaba, mirándolo hipnotizada mientras la oscuridad resaltaba sus ojos y no existía nadie más.

él- Me volví un ermitaño, me sentía vacío. Hay muy pocas personas que tengo ganas de ver. Una
de ellas eras tú.

El concierto comenzó. Afortunadamente, él tomó la iniciativa de alejarnos de la mesa donde estaba mi familia, así podíamos estar más a gusto. Acordes conocidos, músicos conocidos, emociones al extremo. Realmente no sabía si poner atención al solo de Marcovich o voltear a mi izquierda para ver su perfil. Por momentos cantábamos juntos, por otros me cantaba "...te guardaré mil estrellas...", claro, después de que me preguntara en tono serio cuando el vocalista me señaló: "Te la dedicó, verdad?"

Para mi deleite, alcancé ese Nirvana que es conectar mis emociones con los factores externos, esto es, cantarle por fin de frente Sombras en tiempos perdidos.

Me sorprende, y él también lo dijo, la similitud de nuestra escencia. De repente en las rolas hacíamos coreografía involuntaria al imitar los movimientos de la bataca, o los acordes de la guitarra. O cuando nos quedábamos pasmados al escuchar a Fors. O cuando le iba a decir algo y ya se me estaba acercando a decir lo mismo.

yo- Y qué... ¿a dónde después de esto?
él- (silencio, sonriendo sutilmente)
yo- ¿se va a dormir a su casa?
él- sí. ¿tú vas a salir?
yo- sí.
él- ¿ a dónde?
yo- a donde usted me lleve.
él- (con una amplia sonrisa) mmm... ah bueno.

Cuando realmente me dí cuenta de que yo ya no tenía más remedio que caer de bruces al abismo, fue al momento de escucharlo hablar con Gazú. Esa actitud, ese carisma, esa sencillez, esa extraña seguridad que emana a pesar de ser igual de inseguro que yo, hacía que las palpitaciones recorrieran de pies a cabeza.

Hora de partir. El vocal promete ir a mi habitación en cuanto llegue (sí, como no). Aquél no puede evitar ponerse serio. Pero le dí su lugar. Me despido del otro y me dispongo a salir con él.

yo- Te llevo a tu casa.
él- no, qué pena.
yo- No seas payaso y vámonos, nada más me dices por dónde.

...

él- ¿quieres pasar a la casa?
yo- (con mi prole atrás) Quisiera, pero tengo que regresar rápido. Nada más aquí.
él- me la pasé poca madre. Tenía muchas ganas de verte. Te escribo.
yo- ¿Seguro que vas en enero?
él- seguro.

Abrazo y beso, mientras un suspiro se me escapa hacia el vacío que dejó.